sábado, enero 22, 2011

El color del cielo

Producto de un tratamiento preventivo, tuve una reacción alérgica al medicamento que me recetó el doctor lo que generó al parecer una reacción en cadena, con una infección importante, que aún me tiene complicado de salud a pesar de haber dejado de tomar el medicamento, por lo que deberé segui yendo al médico y tomándome nuevos exámenes. Sin embargo esta reacción en cadena no sólo fue fisiológica, sino que también afectó a otras áreas de mi vida.

Que un médico pida el exámen de VIH a un homosexual no debería extrañar, al menos para mi que viví la época pre SIDA. Eso de que enfermaban misteriosamente personas del ámbito público y luego fallecían generó un sentimiento aterrador en los hombres, especialmente en los que se convirtieron en el primer foco de atención y fueron culpados de haber propagado en virus en la sociedad. De eso han pasado muchos años, muchas teorías, películas y posibles vacunas que hacen que las nuevas generaciones se sitúen desde otra perspectiva respecto de este tema, a extremos como en la serie "queer as folk" donde un jóven pide ser contagiado por el virus por parte de su profesor de literatura, para tener las mismas influencias que su mentor a quien admiraba.

Por otra parte en mi vida me he tenido amigos, conocidos y no tantos, que los conocí contagiados o se contagiaron porteriormene a conocerlos y a otros con grandes sospechas de que lo estuvieran; algunos en su primera vez y otros tras una vida de cientos de amantes, pero definitivamente no es un asunto que pudiese ser ajeno a mí.

El tema es que me volví enfrentado a realizarme un exámen de VIH hace poco, para descartar según me dijo el médico posible efectos cruzados de existir la infección. Eso generó automáticamente en mí el análisis de mi pasado reciente y no tanto, que de alguna forma me tenía un poco confiado, no descartaba la posibilidad de haber enfermado. Por circunstancias de mi entorno, ésto se vio tremendamente alterado al punto de que que el mentado resultado se convirtió en la gran incertudumbre, que de aclararse sería el fin de una vida y la duda de otra nueva.

Y curiosamente, si tengo que darle una forma y un lugar a esa sensación, lo que lo representó fue el color del cielo. El día que debía ir a buscar el exámen, me preocupaba de cada detalle de la calle en que caminaba, de la gente que se me cruzaba, de la hora, de la secretaria que fríamente tomó mi recibo y mandó a imprimir la orden. Me sentí algo tranquilo que ella no se alarmó ni tenía en pantalla inciar un protocolo de notificación que en Chile cambió drásticamente desde el año pasado. La clínica privada tenía todos mis datos en detalle y tuve que firmar un consentimiento explícito para que me hicieran el exámen, por lo que supongo que habría un protocolo posterior.

Con el sobre en la mano, salí a la calle y me senté en un banco, sólo como siempre, sabiendo que si leía un resultado positivo, el color de la luz que estaba viendo en el cielo sería otro para siempre y eso me aterró. Rogué que no fuese así y cuando leí "no reactivo", se me vino el alma al cuerpo. Sólo atiné a agradecer a Dios y a la vida, porque áun me permitían ver el cielo con el mismo color.