domingo, julio 27, 2014

La juventud obstinada

Hace 23 años existieron las fiestas Spandex en el Teatro Esmeralda en Santiago y yo tenía edad de ir a ellas. Sin embargo no me atreví a asistir, sencillamente por miedo, tanto a que me reconocieran, como a reconocerme en mi y en un otro. Ese periodo se me vuelve turbio, lleno de dudas y queriendo mantenerme fuera del ambiente alternativo y homosexual, del cual no me he sentido parte.

Y este semana se estrenó el montaje La noche obstinada,  una producción del argentino Pablo Rotemberg como parte de su residencia en el GAM de Santiago. Este trabajo precisamente se basa en las fiestas Spandex de los años noventa.
fuente: La Nación. Foto: Esteban Garay
Claramente esta vez si decidí ir a verla y de alguna forma volvieron los recuerdos de esa época a través de un montaje lleno de un show glamoroso y golpes, en una puesta exigente y agotadora a la vez. Gran parte del tiempo el elenco danza desnudo, mostrando por una parte la belleza del cuerpo humano, el espectáculo creativo que implicó esa época recién salida de la dictadura y por otro lado los reiterativos golpes a que son sometidos los bailarines. Una hora de presentación se sienten mucho más que eso, por la tensión permanente de la muestra y por el rebote de esos castigos que nos proporcionó o nos proporcionamos.

Por una parte sentí una fuerte evocación de los Wandervogel alemanes de comienzos del siglo XX y de las secuencias fotográficas de hombres desnudos en movimiento de Thomas Eakins de esa misma época, lo que da una contemporaneidad y revisión histórica en forma conjunta ajustando las piezas con un alto oficio en el teatro físico.

Debe ser evidente para los bailarines que a poco andar estarán llenos de moretones, alguna contractura, esguince o algo parecido, porque su entrega es total al espectáculo de la juventud. Y según mi opinión habrá un antes y un después de esta obra de teatro, porque siento que trasladó los límites de la danza que estábamos viendo en Santiago y que he ido siguiendo este último tiempo.

Como hecho puramente anecdótico, el día que asistí estaba dentro del público una serie de bailarines y actores del ambiente nacional y la socialité Julita Astaburuaga a quien oi decir que hace años no veía a hombres desnudos y por partida doble.

Si bien no me reconocí dentro del público, al menos ya no hay temor de ser visto por ahí. Al menos el miedo ya no me impide ser protagonista de mi propia historia.