jueves, octubre 29, 2009

¿Dónde está Elisa Simonetti?


A raíz del éxito arrollador de la teleserie nocturna "¿Dónde está Elisa?" me gustaría hacer una reflexión sobre una parte de la trama, que es lo que tiene que ver con la relación homosexual entre Ignacio y Javier (un hombre casado y el mejor amigo de su esposa). El hilo conductor principal es la desaparición y posterior muerte de Elisa Domínguez, una adolescente ABC1, lo que ha generado una serie de historias paralelas, cada una de las cuales es más truculenta. El guionista es Pablo Illanes, acostumbrado a poner sangre y tensión en sus historias.
Sin embargo, la historia de Ignacio y Javier tiene similitudes muy cercanas con la anterior novela de Pablo Simonetti, "La razón de los amantes", donde precisamente se da una relación homosexual similar en el mundo ABC1. Pablo, que ha declarado insistentemente que su literatura no va dirigida al mundo gay, lamentablemente seguirá llevando ese sesgo como su gran aporte a la literatura chilena. He leído varios de sus libros y realmente no lo rescato como un escritor a secas.
Pensaba que mi desprecio literario hacia Simonetti era parte de mis prejuicios, pero hace poco apareció en las Ultimas Noticias una crítica literaria de Patricia Espinosa titulada "Ni con Viagra", que es tremendamente coincidente con lo que pienso de Simonetti. Las mujeres en el mundo de Simonetti son unas santas o unas putas, no tienen punto intermedio. Y los hombres gays están condenados a unos desenlaces fatales, por lo que su aporte es esta nueva caracterización de la sociedad chilena. E Illanes se aprovecha de esta situación para enrostrarnos que todos nos sostenemos en mentiras, que si salen a la luz producirán los peores crímenes. En este mundo no hay psicólogos ni terapias psiquiátricas, porque lo único que finalmente queda es la muerte como resolución de los conflictos.
Me sorprende la fascinación de las dueñas de casa por la literatura de Simonetti. "La Barrera del Pudor" ya se acerca a ser un super ventas y a lo más Sex and the City circula su foto promocional por el downtown santiaguino en el transantiago. Mi pregunta si esta nueva caracterización ¿hará que seamos más aceptados socialmente y que no nos despidan de nuestros trabajos, nos nieguen arriendos en edificios confortables, perdamos a nuestras familias y todas las otras cosas que ocurren tanto en la novela como en la teleserie?

domingo, octubre 11, 2009

Pudor

Hasta hace poco entendía que sólo había dos formas de sentir pudor. La primera tenía que ver con mostrar la desnudez del cuerpo y la segunda con la del alma. En mi caso ambas han sido superadas con el paso de los años y las distintas experiencias.


De hecho para mí fue mucho más fácil desnudar mi alma, quizás porque he estado más vinculado a procesos de introspección y meditación y es algo que se va desarrollando. En cambio el cuerpo fue un proceso lento, que tuvo que tener varios catalizadores, principalmente la fotografía (primero la ajena y luego la mía) y el gimnasio.


De ver tanta imagen por Internet, de capturar y capturarme en fotografías, logré que el proceso de re-construcción del cuerpo tuviera su fin. Por mucho tiempo para mí el cuerpo eran trozos o fragmentos individuales que no se conformaban en una única estructura, quizás como una forma de autoflagelación. La desnudez del cuerpo será siempre sexual, pero no genital o coital y eso me tomó mucho tiempo en aceptarlo y reconocerlo.


Por otro lado, una larga terapia me hizo comprender no temía desnudar el alma y hablar de todos los temas prohibidos, algunos de los cuales sólo hablé una vez y creo no volver a hacerlo con nadie más. El ejercicio ahí fue también de reconstrucción de estructuras y soportes de mi personalidad y de mi yo, o al menos un reacomodo de las fisuras y grietas principales.


Pero hace un tiempo me vi enfrentado a un pudor distinto y obviamente por ende no considerado. Y claro, tiene que ver con una esfera de mí que sólo se podía considerar superando los temores anteriores y con ayuda de la más moderna tecnología.


Y el hecho de que la fotografía que encabeza este texto haya sido vista por escasas personas, revela el pudor que me generó. Esta nueva imagen interna además es el testimonio ineludible de un diagnóstico, de un punto de partida en mi caso irreversible sin cirugías y remedios de por vida. A diferencia de una fotografía del cuerpo, donde uno congela un instante para que este sea perdurable y en el caso del alma donde un sentimiento se ve en acción, en esta imagen sólo se comprueban las sospechas médicas, que sólo un especialista logra identificar.


Y me convierto en un objeto de estudio, en una patología que se cuelga a mi cuerpo interno, cuyo funcionamiento conocía en términos generales, pero nunca había visto. Cuando recibí el diagnóstico y todo lo que vino después me sentí un HPB, más que una persona que padecía un HPB. Y vaya que la diferencia no es trivial.


Mi entonces médico me preguntó si deseaba ser conciente del examen que obtendría esta fotografía, o prefería anestesia total para evitarme las molestias y la tensión de ese examen invasivo. Y mi mente me advierte que evitar el dolor es algo lejano a mi ser, por lo que le respondo que prefiero ser conciente, que prefiero armar la ontología de este nuevo proceso, más que evadir como un cobarde.


Y bueno, el proceso ontológico bautizó a esta nueva dimensión como Gadget, porque finalmente el cuerpo interno es un objeto que funciona las 24 horas del día y que más encima sólo fui conciente de él por otro aparato.


¿Qué se hasta hoy de Gadget?.... la primara cosa es que tiene una edad propia y que en algunos aspectos resulta ser mayor que mi cuerpo y mi alma. El médico dice que los HPB son para personas sobre los 60 años por lo que es bastante mayor que mis otros yo. Y pensar además que Gadget tiene una curva de desarrollo y que inevitablemente luego vendrá su deterioro, pusieron en alerta a todo mi ser y por un tiempo logró tener toda la atención requerida. Lo otro que descubro es que a diferencia del cuerpo, que es sensibilidad y estética, Gadget es funcionalidad y morfología.


La irrupción de Gadget generó una revolución, que he intentado mantener bajo control, pero no ha resultado fácil. Al diagnóstico de HPB se le sumaron algunos otros y la primera cirugía que me realicé fue un desastre, que hasta hoy afecta especialmente mi alma. Llevo casi el año sin prestarle nueva atención a Gadget, pero para este nuevo periodo que estoy viviendo, requeriré un chequeo o un nuevo diagnóstico.


A modo de conclusión creo que este nuevo pudor ha tenido que ver con la evidencia de la mortalidad, de que también puedo ser incorporado como un número, parte de una estadística y de que este reloj biológico no se detendrá. Bienvenido señor Gadget.