miércoles, septiembre 16, 2009

No saber de tí

En la literatura clásica, una carta ha sido motivo de muchos desenlaces, algunos trágicos y otros afortunados. Ejemplos de ellos son variados, tales como el correo humano de Miguel Strogoff de Julio Verne o Werther de Goethe, sin mencionar que gran parte de la historia se reconstruye a partir del desarrollo epistolar de sus protagonistas.

Para contextualizar la diferencia de este fenómeno, menciono la historia de Romeo y Julieta y la recién estrenada película en Chile La Burbuja (the Bubble) de Eytan Fox. En la primera, el hecho que la carta del obispo no llegara a Romeo, quien geográficamente no se encontraba distante, pero sí exiliado, lo que lo hacía perder las redes de comunicación oficiales, desencadena la tragedia ya conocida. En cambio en la Burbuja, sólo el celular puede mantener y acrecentar esta relación prohibida social, política y culturalmente, y si bien en el desenlace no hay un celular, si se da el fenómeno del intuir, instinto tan perdidamente desaprovechado en la actualidad, por la fuerza de los hechos.

Sin embargo en los relatos clásicos, el escribir un carta y que esta llegara a su destinatario, era una actividad restringida sólo a las clases acomodadas, por lo que las personas comunes y corrientes no tenían acceso a este tipo de acontecimientos, motivos por los cuales casi no existe registro de la historia desde las masas. El estar informado y saber de alguien que no se encontraba en el mismo tiempo y lugar era claramente la excepción.

Hoy la situación es diametralmente opuesta. El acesso a los medios de comunicación masivos y entre personas es de tal magnitud, que precisamente las clases acomodadas hoy valoran enormemente el estar "inubicable", al menos durante algún periodo de tiempo.

Los celulares e internet hoy están masificados en las clases populares de tal forma que en países africanos, con los serios problemas de alimentación que existen, la cantidad de estos aparatos móviles es impresionante. La polémica frase del comentarista americano Bruce Sterling “Poor folk love their cellphones” (la gente pobre ama sus celulares), apunta en este mismo sentido.

Y hoy el no saber requiere de esfuerzos especiales. Por ejemplo un celular no permite bloquear a quien te llama, sino que te da la información para no responder y almacenar esas cientos de llamadas perdidas y mensajes al buzón de voz, aún cuando tu equipo esté apagado. El messenger y el gmail se puede bloquear el chat, pero siempre habrá la opción de recibir un correo de ese emisario. Y para que hablar de facebook e incluso un inocente "googlear", te permite obtener información con facilidad de los registros virtuales de esa persona.

Acá se me muestra claramente la humanidad, deseando por un lado lo que no tenemos y por otro lado luchando contra este instinto de conocer. Desde el inicio del hombre hemos querido saber, para luego registrar, aprender y enseñar y finalmente en una óptima positiva para evitar cometer nuevamente los errores del pasado. Y esa es la contradicción carnal, que no aprendemos, que seguimos deseando saber, aún cuando tenemos claro que eso nos dañará más.

En estos días he bebido gotas amargas de datos y hechos, que supuse calmarían la ansiedad, pero como siempre sólo fue un espejismo. He probado tantas técnicas, pero no veo este aprendizaje previo por ninguna parte. Sólo sigo generando más preguntas que respuestas y lo peor es que no existe a quien consultar. Ni siquiera encuentro un soñado paraiso en donde saltar la cerca e intentar robar el fruto del conocimiento.

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