sábado, junio 16, 2007

La violencia contenida


Ser chileno tiene particularidades respecto de nuestros vecinos latinoamericanos. Nos parecemos tanto y somos tan distintos a la vez, lo que confirma en parte nuestra esencia tercermundista y de avanzada.
Uno de los temas que en lo particular me incomoda es la percepción de violencia contenida que veo en el santiaguino... y ni tan contenida algunas veces. Cuando veo una situación de confrontación, esta de alguna forma se convierte en agresión y la incomodidad generalizada de quienes observamos es impresionante: cuando la indiferencia no sirve, el dejar las cosas como están es la segunda opción y si nada de esto funciona uno ruega que venga algo externo que termine todo (llamen a los carabineros, a un árbitro o un juez).
Después de una cena con un amigo, que disfruta probando las fallas de nuestro modelo aspiracional de estilo y refinación, me dejó una sensación amarga de incomodidad al ver la imposibilidad de acuerdo verbal, tras una serie de errores en los procedimientos y mal uso de las palabras. No volveremos a cenar ahí está claro y no siento que avance en mi tema tampoco.

1 comentario:

Luís Sánchez Toro dijo...

Tal vez el problema radica en que no hay tal esencia y que más bien somos unos malos aprendices del primer mundo – a veces a dios gracia- y por lo tanto unos histéricos. Toda la intelectualidad latinoamericana se cranea buscando identidad/es perdidas u originales, genealogías familiares u antecedentes de la genética europea. Pero siempre será una contradicción hablar de América Latina, tan renegada de occidente, tan indígena, tan mestiza, tan miserable, que nos enceguecernos con sus precipicios imaginarios y Reales-como dice Lacan-. El enigma, la joya, la perla, la nada y la copia fallida. Cuando le dices a un progresista que sus orígenes son miserables se ofusca, se hiere, se vuelve colérico. Lo miserable no esta en lo previo o prehispano, sino en el saqueo cultural y la violencia simbólica que se eterniza hasta nuestro tiempos, auto-inducida. Yo vivo esa ambivalencia, por una lado reniego -castro-, por otras amo este continente caótico, metaforizado como el big-bang de un nuevo occidente.

Ojala pudiéramos permanecer al otro lado de la brecha, en lo indecible, pero como tu bien dices, siempre existirá esa pulsión de la emergencia, porque no SER, es también no poderse VER.

Me hacen mucho sentido tus palabras, porque justamente ahora leía y comentaba con mis amigos el asunto del goce y su versión posmoderna. Resulta realmente revelador que todo lo que nos congrega este mediado por este goce. Sobre todo cuando se reconoce que el goce lleva inscrito la palabra SER y pertenecer. Por eso la marca social, familiar, de género, étnica, nacional etc... la huella de los iniciados.



Saludos!