Hace años que soy seguidor de Joaquín Sabina, o más bien dicho su música me ha seguido por distintos periodos de mi vida, dándole letras y registros a situaciones que he vivido. Desde la indecisión de asumir mi vida con "calle melancolía", hasta "y sin embargo" cuando mi ex-pareja me confesaba sus infidelidades. En fin... lleno de recuerdos, por lo que la venida de Sabina a Chile, este años dos veces, obviamente me permitió hacer un repaso de mis últimos diez años, toda una maratón de sentimientos y emociones.
Este miércoles se presentaba en El Arena de Santiago, que dicho de paso no es el mejor lugar para eventos masivos, tiene una frialdad y como una mala onda, que no me agradó. Si bien el caupolicán (donde fue el primer evento) era un poco incómodo por el breve espacio de las sillas, a este le faltaba alma y eso es un crimen considerando a quien se presentaba.
La prensa comentaba que este sería un concierto más rockero, pero en la práctica fue muy similar al otro presentado, con un par de varaciones. Igual se me pararon los pelos en varias canciones; igual quedé un poco disfónico, pero con menos emoción.
Lo simpático es que busqué varias caras nuevas entre la gente, pero tranquilo, sin angustias ni esperando tener mi día de suerte. De todas formas es grato cantar a Sabina, a pesar de todas las condicionantes que intentaban quitarle la magia a la noche.
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