jueves, agosto 28, 2008

Eres


Eres cualquiera y no eres nadie, quien tú inventas o recuerdas y quien inventan y recuerdan otros, los que te conocieron hace tiempo, en otra ciudad y en otra vida, y se quedaron de ti como una imagen congelada de quien eras entonces, una de esas fotos olvidadas que a uno le extrañan y hasta le repelen cuando vuelve a verla al cabo de los años. Eres quien imaginaba porvenires quiméricos que ahora te parecen tan pueriles, y quien te avergüenzas de haber sido, quien fuiste a veces sin que lo supiera nadie. Eres lo que otros, ahora mismo, en alguna parte, cuentan de ti, y lo que alguien que no te ha conocido cuentan que le han contado. Cambias de habitación, de ciudad, de vida, pero hay sombras y dobles tuyos que siguen habitando en los lugares de los que te marchaste, que no han dejado de existir porque tú ya no estés con ellos.


Cambias de vida, de habitación, de cara, de ciudad, de amor, pero aun despojándote de todo queda algo que permanece siempre, que está en tí desde que tienes memoria y mucho antes de alcanzar el uso de razón, el núcleo o la médula de lo que eres, de lo que nunca se ha apagado, no una convicción ni un deseo, sino un sentimiento, a veces amortiguado, como una brasa oculta bajo las cenizas del fuego de la noche anterior, pero casi siempre muy agudo, latiendo en tus actos y tiñiendo las cosas de una duradera lejanía: eres el sentimiento del desarraigo y de la extrañeza, de no estar del todo en ninguna parte, de no compartir las certidumbres de pertenencia que en otros parecen tan naturales o tan fáciles, la seguridad con que muchos de ellos se acomodan o poseen, o se dejan acomodar o poseer, o dan por supuesta la firmeza del suelo que pisan, la solidez de sus ideas, la duración futura de sus vidas. Eres siempre un huésped que no está seguro de haber sido invitado, un inquilino que teme que lo expulsen, un extranjero al que le falta algún papel para regularizar su situación, un niño gordito y apocado entre los fuertes y brutos del patio de la escuela, el lento de los pie planos entre los soldados del cuartel, el afeminado y el retraído entre los agresivamente machos, el alumno modelo que se muere por dentro de soledad y verguenza y quisiera ser uno de esos réprobos de la clase que se burlan de él, el padre de familia embalsamado de tedio y rencor conyugal que mira de soslayo a las mujeres mientras pasea del brazo de la suya un domingo por la tarde, por una calle de su ciudad de provincia, el empleado interino que no acaba de lograr un contrato fijo, el negro o el marroquí que salta a una playa de Cádiz desde una barca clandestina, empapado, muerto de frío, huyendo de los faros y las linternas de los guadias civiles.


No sabes lo que hubieras sido, lo que podrías ser, pero sí lo que de un modo u otro has sido siempre, visiblemente o en secreto, en la realidad y también en los ensueños de la imaginación, aunque tal vez no a los ojos de otros. ¿Y si fueras de verdad lo que los otros perciben, y no lo que tú imaginas ser, igual que no eres quien tú ves en el espejo, y que tu voz no suena como tú la escuchas?


Sencillamente amo como escribe Antonio Muñoz. Fragmento de "eres".


1 comentario:

Anónimo dijo...

Leí "Sefarad" no hace mucho, y me pareció tremendo, en sus historias y en su prosa. Estoy de acuerdo, escribe maravillosamente.