martes, octubre 21, 2008

Me declaro en crisis

Así como un Gobierno declara que es necesario tomar acciones concretas para evitar un colapso financiero, yo también debo sincerarme y declararme en crisis.

Las especulaciones han sido tantas que se vuelven insostenibles, que el mercado futuro, que las promesas no dichas, que los cheques que no tenían fondos, en fin, todas y cada una de esas cosas, están siendo cuestionadas y revisadas.

El dolor, que mis consejeros no recomiendan, también enseña; y la rabia tan familiar en mí, aprovecha de dar sus lecciones en cualquier descuido. Sin embargo al parecer sólo están indicando que hay un tramo que recorrer aún antes de que las cosas se asienten en mí.

Mi médico me dice que le gustaría el examen sin los antiinflamatorios, aún cuando su ética profesional indica que las molestias deben ser evitadas, lo concreto, es que sería preferible posponerse en el estado de bienestar por un mejor diagnóstico, y al parecer no hay diagnósticos certeros sin el dolor de por medio.

No me había tocado vivir una crisis herido en el cuerpo y en el alma. Demasiado ruido, demasiados frentes para concentrarme en alguna pequeña batalla. Hoy di una, la primera, forzado a darla y terminé con dolor de estómago.

Pero no puedo seguir escribiéndote como si nada pasara, eligiendo cada palabra, sutilmente para no lastimarte o no tocar alguna fibra sensible tuya. Y tú, como haces con la comida, separas los elementos y respondes aquello que sólo informa y no dice nada de lo que eres y de lo que esperas. Y esos correos perfectos ya no los soporto. Escribiría desde el desgarro, desde la herida abierta que no sabe si es mejor amputarse o esperar la sutura reparadora, pero al menos recibe indicios de que no quedará suspendida en la indiferencia.

Probé un nuevo idioma, donde quizás lo pragmático de su poesía te permitiera las lecturas transversales que emanan permanentemente de mí. Y esa nueva misiva fue destruida por no cumplir su perfección gramatical, que ironía mostrarse vulnerable para que menosprecien tus esfuerzos. Un lapidario “sólo entendí el contexto general” fue suficiente para entender que esa misión había sido un rotundo fracaso.

Aún tengo ganas de escribir, como lo estoy haciendo ahora, pero ya no de escribirte. Así que algunos textos son lanzados dentro de este muro de los lamentos teniendo claro que ni si quieras recuerdas que este sitio existe y que te dije que yo escribía de vez en cuando por acá.

Ahora, en esta lectura desde la crisis y sus distorsiones, concluyo que he sido derrotado, incluso en batallas antiguas de las que no tenía registro. Y el problema fue que sólo por mi torpeza no me di cuenta que en las siguientes batallas yo iba perdido, incluso antes de comenzarlas. Y peor aún, para mí no eran batallas, era un intento amorfo de creer en el amor, aún cuando los hechos precisamente lo negaban.

Mis acciones están desvalorizadas por el tiempo y el tipo de instrumentos utilizados; además exijo paciencias que no se hasta cuando mis consejeros estén dispuestos a tolerar. Algunos huyeron, otros se desesperan y con otros me automarginé. He preferido esconderme en alguna catacumba para no seguir involucrando a gente en esta historia, que finalmente es la única que he podido construir.

Que no hay mal que dure cien años, que el corazón no entiende razones, que la risa es el mejor paliativo del alma, podría llenarme de frases y palabras. Por ahora debería comenzar por eliminar a los fantasmas que se presentaron a esta mesa de negociaciones y que solo están especulando con mi destino. El intervencionismo de las antiguas técnicas anulatorias está al acecho. Pero curiosamente he tenido la calma de no recurrir a la venta de mis activos para palear la crisis. No he decretado la quiebra, soy un poco más duro que eso.

3 comentarios:

Luís Sánchez Toro dijo...

Alguna vez escuché a un maestro de Historia Medieval hablar de las crisis en la historia. Cuando mencionó este criterio se refería más bien a una constante de la humanidad, que él observaba en la escritura de la misma. Menciono esto por lo leído en tu entrada. Las crisis humanas (de los individuos) deben tener otras explicaciones mucho más precisas y, hasta me permito decir, ahistóricas (fuera de la estructura, críticos realmente: en interfaces). Hay una necesidad de no sólo eliminar, modificar o cambiar las estructuras del comportamiento y pensamiento, a través de la resignificación, sino de acometer en una batalla autocumplida en el momento preciso de la transición, como si en ese momento de vulnerabilidad aflorara nuestro sujeto más concreto y develáramos una “verdad” entre tanta incertidumbre. La glorificación de la metamorfosis sarduyesca. Pero qué sucede con los afectos ¿si la crisis es un cambio permanente de formas, son los sentimientos o adhesiones (cristalizaciones) factibles de replantear? el substrato, el sedimento, esa cosa, ni el nihilismo pudo con ello. Tal vez por eso del dolor corporal, estas removiendo elementos tan fundamentales y arraigados en tu subjetividad que todo el cuerpo real y simbólico se mueve y estremece, al galope de tantos sentimiento en juego. Debo decir, sin ansias de ser autorreferente que mi cuerpo ha entrado en colapso últimamente, he tenido que huir de clases y situaciones sociales porque los dolores (incomprensibles) me invaden. Hay una crisis, seguramente grave, deberé aprender a vivir otra vez…

Con mucha estimación y cariño.
Luis.

licanc00 dijo...

Estimado Luis: Gracias por escribir en mi sitio. La verdad admiro mucho tu capacidad de agregar elementos y dar luces a lo que escribo... me parecen muy pertinentes tus comentarios y cualquier indicación que vaya en ese sentido la valoro tremendamente. Sobre tu colapso te enviaré un correo privado. Atentamente,

Anónimo dijo...

Estimado: A veces, nos vamos por las palabras, pero no somos capaces de verbalizar nuestro espíritu... y cuando no ocurre, es un parto a medias, es un dolor eterno. La pena, la herida, el desamor y tantas otras circunstancias no necesitan de la pompa de las palabras o los adjetivos: sé valiente y dí exactamente lo que sientes y cómo te sientes. Sin duda, no hay mejor forma que hablarlo cara a cara y ser realmente conciente de lo que le decimos al otro... y arrancar de ésta prisión virtual, que no es más que una caparazón para no querer vivir... y vivir es sufrir, como también la apuesta de conocer al otro y quizás la llave para llegar a nuestro propio corazón. Una Abrazo, Manu el Eurovisivo.